top of page
96769465_p22_master1200.jpg
THE TRUTH IS,YOU
KNEW WHAT YOU HAD–
–YOU JUST THOUGHT
YOU'D NEVER LOSE IT

Robert H. Dempsey fue conocido en Agnia por su destreza a la hora de manufacturar autómatas. Sea al servicio de su querido reino como soldados o como simples ayudantes de mercaderes, cada una de sus creaciones encontró un hogar lejos del suyo... A excepción de un ejemplar en particular. 

 

El hombre, cansado y anciano, se retiró el día después de dar vida al último de sus hijos: Kade. 

01000001 01001101 00100000 01001001 00100000 01001100 01011001 01001001 01001110 01000111 00100000 01010100 01001111 00100000 01001101 01011001 01010011 01000101 01001100 01000110

Era un autómata variopinto, excéntrico, con una personalidad muy diferente a la que estaba habituado a tratar. También sería al único que ofreció vivir bajo su techo,  el solo caso que se permitió querer como a uno más de su su familia. Kade no llegaría a admitirlo nunca en voz alta, pero su pensamiento era similar al de su creador. Si no abandonó el puesto que debía ocupar en primer lugar, guarda de seguridad, era a causa de un amor incondicional que sentía hacia su padre.

Se preguntó repetidas veces si debería haberlo dicho cuando tuvo la ocasión.

01001111 01010010 00100000 01000001 01010010 01000101 00100000 01011001 01001111 01010101 00100000 01010100 01001000 01000101 00100000 01001111 01001110 01000101

Dicen que la guerra no deja indiferente a nadie, y esta historia no es la excepción de la regla. La desgracia no tardó en llamar a su puerta, cuando se confirmó que aquella infame enfermedad mortal había llegado a la República. Había quienes sortearon esa suerte, pero Robert ni era joven ni era amigo de la fortuna. El ocaso de su vida no se dio en colores brillantes, sino en deprimentes tonos que simplemente pudieron atenuarse con una petición. Una sonrisa amable que vomitaba palabras egoístas junto a su propia sangre, dirigida al autómata.
 

Kade nunca pudo negarle nada.

01010100 01001000 01000001 01010100 00100000 01001001 01010011 00100000 01000100 01001111 01001001 01001110 01000111 00100000 01010011 01001111 00111111

Al final, hasta su reino quedó completamente destruido. No tenía trabajo, no tenía hogar y, quizás lo peor en su situación, no tenía apenas dinero. Sin dinero no había magia. Y sin magia que recargara su núcleo vital, era cuestión de días que cerrara sus ojos y no despertara jamás. Entonces volvería a caer al juego y el azar porque, ¿qué mejor moneda de cambio que su cuerpo? Mientras consiguiera mantener la vida que Robert deseara que disfrutara, no le importaba con qué apostar. Aunque el coste, a la larga, se cobró hasta su personalidad; haciéndose más aguda y cortante a medida que acumulaba derrotas, despojándose de la poca cortesía que poseía.

Que en sus momentos finales los pasara en solitario sobre las arenas de un desierto desconocido y habitando un cuerpo que ya ni reconocía, lo veía hasta adecuado.

Quizás era lo mejor para él.

bottom of page