"At the end of everything, hold on to anything."
innocence, once lost,
can't never be regained.

"¡El líder de Voenti ha caído!"
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Esta no era una frase que sacara más que un enarcamiento de ceja a los drakhons centenarios, testigos de tantos Duelos Primigenios como dedos en las manos tenían. Lo comentarán, se apenarán, pero no tomaría mucho peso en la longevidad de sus vidas.
Para el niño que recién habían declarado huérfano, era un mundo completamente diferente.
Desde su nacimiento, su tamaño y fragilidad habían sido el objeto de burla favorito de sus compañeros; una inseguridad impropia en una criatura que no llegaba ni a dos dígitos de edad pisaba sus talones a cada acción tomada, reduciendo su mundo a únicamente dos personas: su padre y su madre. Su limitada capacidad de raciocinio fallaba en procesar que una de ellas había desaparecido para siempre, que a partir de ahora sólo escucharía su voz llena de adoración en sus recuerdos y que jamás le dedicaría una de sus reconfortantes sonrisas de nuevo. Y, mientras que todos aceptaban aquella muerte como un exquisito honor, en su cabeza no cabía la idea de que la deidad a la que veneraban demostrase la frialdad suficiente para no pestañear ante su trágica pérdida.
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Pero pronto se dio cuenta que entre sus creyentes, había quienes caminaban por la misma senda cruenta que su guía.